sábado, 2 de febrero de 2013

o no haberte conocido

Que algo arranque de tu vida las sonrisas. Que llores, que gruñas, que golpees las paredes. Y que, aun así, la vida no te dé nada. Que vivas las tragedias más grandes y penosas que puede resistir el ser humano. Que te engañen, que te lastimen. Que muerdas el polvo. Que los dioses se burlen de vos por siempre.

Que un viento te arrebate los orgasmos. Que no exista razón para el placer. Que reconozcas que la vida no tiene un sentido, y llegues al momento en que todo se te haga insoportable, y busques alivio en un cuchillo hundiéndose en tus venas. Y que no tengas valor para hacerlo: muerta no, desgraciada. Penosa, patética y triste.

Que muera todo aquello que alguna vez te hizo bien. Que a cada paso que des los clavos se entierren en tus plantas. Que cada vez que te penetren un dolor punzante estalle en tu vientre y te lo seque, y te lo manche, y te lo enferme. Que no puedas engendrar nada salvo pus y cosas negras. Que ya no comprendas la palabra que designa al amor.

Que se te cierren todas las puertas. Que llegues a vieja comprendiendo que no fuiste nada, que no tenés a nadie. Que todo el esfuerzo que pusiste en que la gente te quisiera haya servido para subirte a un podio desde el cual dejabas que se rieran de vos. Que descubras que no tenés talento ni virtud alguna, y que sólo servís de alfombra.

Que te torturen y te tortures. Que se alojen veinte enanos en tu cabeza, expertos en cinismo. Que los escenarios se te nieguen. Que no seas capaz de hacer arte, nunca. Que el mundo te olvide dos minutos después de tu muerte. Que tu muerte sea lenta y triste. Que descubras que hay un Dios, y no te quiere. Que te decepcionen. Que seas el objeto de las injusticias más nauseabundas. Que sólo seas, por siempre, un objeto para el goce ocasional de los demás.

Que te veas sola, triste. Que todos te dejen apartada, abandonada. Que la nostalgia sea lo único que quede, y no sea suficiente. Que te aterroricen los ocasos, y que cuando lleguen, te rompas en girones. Que te gane el miedo a la muerte. Que lo bello se esconda de vos para siempre. Que te despellejes los dedos de los pies buscando un oasis que no existe. Que olvides tu nombre.

Que caigan de pronto sobre tu cabeza todas las tragedias del universo. Que te humilles, que te sepas insignificante y prescindible. Que tu nudo en la garganta, de tan nudo, se haga hueso. Que se mude un sapo a tu faringe. Que se pudran y se caigan tus orejas. Que tu piel se vuelva ripio. Que tus besos den arcadas. Que tus labios se constelen de espinas. Que el insomnio te abra grietas en los ojos y alma se te llene de ceniza.

Que nunca le hayas importado a nadie. Que te duela. Y que no lo soportes.

Que te duela mil veces lo que me duele a mí.

O no haberte conocido.